“Podrán decir que soy un soñador, pero no soy el único y espero que algún día, se unan a nosotros”
(John Lennon)
Hoy en día, todo lo que nos rodea es desechable; partiendo desde el sistema económico hasta las relaciones interpersonales. Si quieres comprar la última blackberry, pero no tienes dinero, vas con tu tarjeta de crédito y te endeudas por tres años para así obtener tu aparatito. Lo mismo sucede en las relaciones humanas; si quieres algún amigo, te metes al internet y ¡listo!, tienes con quien conversar. Las cosas fáciles vienen, tienes todas las herramientas para obtenerlas, pero así mismo, fáciles se van. Si bien este sistema social, económico y político ha traído significativos progresos para el bien común, no ha sabido suplir las reales necesidades humanas. Lo material prima por sobre lo emocional y… no dejamos de sentir que algo nos falta, pedimos a gritos consistencia, pero no material, sino referente a sentimientos.
Todo se ha tornado desechable, nuestras decisiones tienen un carácter mercantil, decidimos a diestras y siniestras sobre las cosas como si se trata de un producto del retail. Ponemos nuestro empeño en una búsqueda ciega y desesperada, cuyo objeto del deseo se halla en un futuro incierto y azaroso, no obstante, no somos capaces de cuidar lo que ya tenemos, tal, ¿para qué?, si tenemos la ilusión que un futuro nos proveerá.
Antaño existían cuentos sobre caballeros hidalgos en búsqueda de sus doncellas, luchando contra viento y marea, atravesando los siete océanos para llegar a donde se encontraba su amada. Peleaban contra dragones y criaturas fabulosas. Hoy por hoy, si algo te cuesta, pones un “delete” en MSN y un “eliminar amigos” de Facebook y ¡ya está!, das vuelta la página, entras nuevamente al chat, coges el catálogo y te pones a buscar tu “alma perdida” en el ciber mundo. Si bien pelear contra dragones, hipogrifos y centauros son irrealidades y fantasías que siempre se supo que lo eran, ahora vivimos en una ilusión que, francamente no sé si es igual o más descabellada que lo ya mencionado. Hablo de la ilusión de felicidad más putrefacta y vacía que vivimos. Una dicha sustentada en superficialidades y apariencias, en donde, todo lo que conseguimos para lograrla fue en base a decisiones de tipo mercado con un “me gusta” y un “no me gusta”… ¿Dónde quedó nuestra hidalguía para conseguir nuestros objetivos? ¿Dónde está la yaga que refleja el esfuerzo que hicimos para obtener lo que tenemos y el valor que le otorgamos? Si bien es cierto, todo tiene un precio y un valor, pero no es aquel valor que nos hace querer lo que conseguimos. Nuestra realidad es un ensueño de papel; algo frágil y fácil de desarmar. Es inconsistente y todo esto, no es más que el producto de un alma desgarrada que pide a gritos algo de qué sustentarse, y que, en su desesperación construye quimeras placenteras, pero de corta duración. Estamos tan insertos en este mundo de la redcompra y el latinchat que, no nos damos cuenta en el círculo vicioso en el que hemos caído, y en el que, con cada vuelta que da, nuestra alma agoniza más y más, y vamos perdiendo pasión y amor, y la superficialidad va ganando espacios e intentando apagar aquella cálida flama que es como combustible para motores.